viernes, 3 de enero de 2020

La contradicción de Robespierre



La contradicción de Robespierre

“Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1:15-16)

Maximilien Robespierre fue un abogado, orador, escritor y diputado en Francia y mas conocido como uno de los grandes revolucionarios en la sangrienta revolución francesa; era apodado “El incorruptible” por su dedicado compromiso a la causa. Fue un enérgico defensor de los derechos de los más desposeídos y defendía férreamente la abolición de la pena de muerte y el derrocamiento de la Monarquía y el absolutismo de poder del Rey. Frases célebres salían de su boca: “El fundamento único de la sociedad civil es la moral”, enseñaba; “Hay algunos hombres útiles, pero ninguno es imprescindible; solo el pueblo es inmortal”, arengaba en su férrea convicción por los derechos del pueblo; Llegó a ser presidente de la “Convención Nacional” y miembro del “Comité de salvación pública”, que no era mas que el instrumento para condenar a los contrarrevolucionarios, los enemigos de la revolución. La tarea, entonces del “incorruptible” era velar por la “pureza” de la revolución y limpiarla de sus detractores; fue así que comenzó un gobierno del terror (1793-1794), donde cualquier pensamiento diferente, opinión o sublevación era castigada con cárcel y con la muerte. Robespierre entonces, traiciona su lucha contra la pena de muerte, llevando a la muerte a otros que no pensaban como él y los revolucionarios. Fue un gobierno autocrático, tan absolutista como el del monarca que acababa de decapitar. Luchaba por una república, pero terminó siendo tirano... Robespierre y su tiranía fue la que popularizó la “guillotina”, estrenada en 1792 (llamado así por su creador Joseph Guillotin), pero popularizada en su despótico gobierno. La usó contra los enemigos, pero también contra moderados (que apoyaban la causa, pero mas clementes) y con sus propios amigos (La Muerte de Danton y Pierre Victurnien Vergniaud). Vergniaud, en el día de su muerte dijo: “La revolución devora a sus propios hijos”. El Reinado del Terror, asesinó a más 40.000 personas. Un 8 % eran nobles, un 6% eran clérigos, el 14 % pertenecía a la clase media y el 70 % eran trabajadores o campesinos acusados de eludir el reclutamiento, deserción, acaparamiento, rebelión u otros delitos. Fueron los pobres, tan defendidos por él, los mas afectados. El “comité de salvación pública”, salvó a muy pocos, radicalizo la causa y le creó oponentes dentro de sus mismas filas, asqueados de tanta intolerancia. Este organismo suprimió la libertad de pensamiento, la libertad religiosa y exacerbó el idealismo patriótico, argumentando que el solo amor a la patria era válido, eximiendo todo pensamiento individual y legítimo, solo era válido lo que apoyara el “colectivo”; un pueblo para el Estado y no un Estado para el pueblo… Finalmente Robespierre terminó siendo ajusticiado por los mismos revolucionarios (Los Termidorianos), quienes veían un peligro de ser acusados de traición sin causa alguna, por un Robespierre que ya rayaba en la paranoia aun en su propio sector, propio de personas que se apropian del poder y ven enemigos en cada potencial competidor.
No hay revolución sin dolor… Y no hay revolución que no esté afectada por el pecado del hombre; La ambición, el egoísmo, la codicia, el señorío, el complejo mesiánico, ha dado muerte a millones de inocentes a través de la historia en nombre de la justicia social, la razón y la igualdad; y similares y peores que Robespierre han aparecido a través de la historia: Hitler, Stalin, Fidel, Franco, Pol Pot, Mussolini, Pinochet, etc… Muchos miran esto como cosas del pasado, pero ¿Qué nos asegura que no volverá a suceder? ¿Acaso el pecado se ha acabado? ¿Es la ambición, el egoísmo, la codicia, el señorío, el complejo mesiánico, actitudes que han desaparecido por arte de magia, solo por estar en el siglo XXI? El hombre es el mismo, ayer, hoy y mañana, un pecador. Somos potencialmente peligrosos para nosotros mismos y la historia lo corrobora.
Las grandes virtudes de la humanidad no han llegado por procesos revolucionarios humanos, sino por la única revolución que ha tenido éxito en toda la historia de la humanidad: la revolución del alma; esa revolución que comenzó Cristo hace dos mil años y que no tiene nada que ver con revoluciones humanas que abordan capas externas para mejorar la sociedad; Cristo apunta al interno del hombre, y desde el alma a la consciencia, cambiar, para luego transformar. El mundo no ha cambiado, pero sí millones de vida a través de la historia cambiaron e hicieron el bien, poniendo su mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra. Sus ambiciones no eran más que agradar a Dios y amar al prójimo, aun cuando el odio de estos los perseguía y los persigue. Hacer todo sin “murmuración y contienda, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, es y será su ideal mas ambicioso. Así son los hijos de Dios.
No creo en que las evoluciones o revoluciones, ideadas y promovidas por los hombres, sean las que traerán paz y justicia, pues mucho en esa misma búsqueda han caído en contradicciones fatales y destructivas, porque nosotros en sí lo somos. Solo creo en la sublime guía de Cristo y su Palabra, que nos encausa al amor, de la que se desprenden verdaderas obras de paz y justicia. El perdón, la reconciliación, el amor al que piensa distinto, la alimentación del desposeído, la alegría por los que tienen, la hermandad a pesar de las clases sociales, son efectos de una bien comprendida enseñanza bíblica. Son los cristianos quienes levantan mayormente escuelas, orfanatos, casas de viudas, de acogida, programas contra la drogadicción y para el drogadicto, alcohólico, vulnerados, programas de alimentación, vestidos, de techos para necesitados, cuidado de enfermos, etc. No digo que no lo existan en los gobiernos, pero muchas iglesias no dependen de estos para llevarlas a cabo, solo de la voluntad de los fieles de las iglesias por las enseñanzas de amor al prójimo. Sigue siendo la constitución de Dios, la Biblia, la mejor opción para el ser humano, mas que cualquier otra que hay sido escrita o ronde en las mentes de almas sin Cristo. Por eso no quiero caer en contradicciones como Robespierre y creer que la vía política traerá mejoras en un mundo caído y perverso, mas mi atención está en las políticas que emanan de la misma palabra de Dios, y esas son las que debemos promover a toda costa, por una vida mejor… El anhelado “mundo mejor”, se lo dejo a Dios en su venida.
Bendiciones.

Pastor Marcelo Valdés