martes, 2 de marzo de 2010

Terremoto en el alma


Mirando al cielo 59

“A la presencia de Jehová tiembla la tierra, a la presencia del Dios de Jacob” (Salmos 114:7)
El terremoto sufrido es el tema del momento ¡Y vaya que momento! Sin duda un día que tristemente recordaremos todos los Chilenos de por vida, especialmente los que están sufriendo la pérdida de un ser querido o la pérdida de sus viviendas. Me entristece fuertemente el corazón ver las noticias y la merma de mi vajilla y mi televisor pasa al olvido, considerando que otros han perdido aún las vidas de sus hijos, maridos, esposas; no puedo dejar de pensar en aquellos que están atrapados en los escombros; en aquellos que están en los cerros en una carpa, pasando hambre, sed y frio; en aquellos que se han tenido que armar para defender lo último que les quedó de inescrupulosos que se asoman en tiempos de tragedia, mostrando las bajezas mas espantosa del ser humano, algo que como chileno no me hace sentir orgulloso. Está compungido mi corazón, esta desconsolada mi alma, se revuelca mi mente con todo lo sucedido. PERO NO BAJARÉ LOS BRAZOS, PORQUE EN DIOS ESTAN MIS FUERZAS. La tierra ha temblado y mi rostro a Dios ha buscado; porque aunque ande en valle de sombra y de muerte, tú estarás conmigo; y así ha sido, su promesa fue cumplida.
Muchos me preguntan qué es lo que busca Dios con todo esto; específicamente no lo sé, mi mente, como la de todos, es finita; pero si sé que en una perspectiva general, Dios quiere que los chilenos le miremos a él, que le busquemos de corazón y en verdad ¿Pero que han hecho muchos? Se han volcado a las calles a saquear, alegando hambre y sed a solo medio día de lo ocurrido. Y peor aún, han sentido la necesidad de un televisor cuando no hay luz, de una lavadora, cuando no hay agua, de ropa linda y nueva, cuando no hay que comer. Eso solo habla de la depravación de muchos. Y LO QUE NECESITAMOS ES BUSCAR EL ROSTRO DE DIOS, PORQUE NOS HA HABLADO A TRAVEZ DE LA NATURALEZA. Y en este suceso me he dado cuenta lo pequeño e insignificante que soy, cual langosta frente a verdaderos gigantes, y lo grande y orgullosos que somos cuando las cosas están normales. Somos solo barro, pero nos creemos el alfarero. Corríamos despavoridos, gritábamos al cielo, pensábamos en nuestro fin o en el fin del mundo, pero una vez que pasa todo, volvemos a ser los “grandiosos” de siempre, los que gobernamos nuestras propias vidas. Alegamos contra Dios por esta tragedia, pero jamás agradecemos por todos los días normales y maravillosos que nos regaló antes de esto.
Ver el actuar de muchos, abate mas mi corazón. Ver como obra Dios en mi vida, me da garantías de salvación. Por eso seguiré mi lucha espiritual, por mis amados compatriotas que necesitan de techo, comida y abrigo, pero mucho más, al Salvador, que socorre en tiempos de angustia. Ve a su casa de oración, busca su palabra y su perdón, pero no dejes en estos momentos la única garantía en tiempos aciagos y oscuros, porque él es la luz que brilla en la oscuridad. Bendiciones a todos.
Pastor Marcelo Valdés