lunes, 23 de agosto de 2010

Perdonando por lo que hacen o dicen


“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)

Si hiciéramos una encuesta sobre los que creen en Dios y los que no creen, tendríamos dos grupos. Si hiciéramos un debate, los que creen en Dios darían sus argumentos y viceversa, cada uno defendiendo su punto con total convicción. Y estoy seguro que el grupo de creyentes seria mayor que los no creyentes pues esa es la impresión que tengo de nuestro querido Loncoche, que son más los que creen en Dios que los que no creen y las diversas iglesias de denominaciones distintas lo comprueban. Por eso para algunos es paradójico que se diga que Loncoche es “comuna bendecida por Dios” si ahora, según una encuesta seria, somos la más pobre de Chile, que habiendo tantos que creemos en un ser superior, ¿cómo pues no estamos siendo bendecidos? Eso pareciera darle la razón a los que no creen. La respuesta está en CUAL ES EL DIOS EN EL QUE CREEMOS.
El grupo de los que creemos en Dios se dividiría a la hora de preguntarnos ¿Cómo es nuestro Dios? Para algunos es el “tata Dios”, viejito y de canas, para otros solo una esencia que habita en todas las personas y las cosas, para otros una energía que no necesariamente sea una persona, para otros un ser de puro amor que no levantaría un dedo para castigar a nadie, y otros un ser castigador que no le aguanta nada a nadie; aquí el grupo de creyentes se dividiría en varias facciones, porque los conceptos de Dios serian distintos ¿Y por qué tan distintos? Porque simplemente la gente desconoce la autoridad final respecto de la persona de Dios y desconocerla es ESTAR LEJOS DE ÉL Y DE LO QUE ESPERA DE NOSOTROS. Ante tantas ideas preconcebidas de Dios ¿Cómo saber la verdad? ¿Quién está en lo cierto? ¿Quién tiene la razón? Mi respuesta es simple: LA PALABRA DE DIOS. Porque en ella se revela a los hombres de hoy y de todo el mundo y es ella la ultima autoridad de lo que él es, su esencia, sus deseos, sus planes y como acceder a él ¿Por qué solo un libro puede revelarle? En realidad la majestuosidad de Dios se revela en toda la creación, se manifiesta en las vidas transformadas de los que le buscan, en los milagros obrados a favor de los suyos, en el sustento diario que reparte, sea en escases y abundancia, pero es la Palabra de Dios, la biblia, la que nos lo da a conocer como el “yo soy”, el dador de vida eterna, repartidor de bendiciones y de protección; a través de ella sabemos lo que nos pide, que es lo que quiere, como lo quiere y lo que espera de sus seres creados. Pero he ahí la cuestión, muchos creen, pero creen a su manera, Y NO A LA MANERA DE DIOS, la objetiva, la bíblica. Y no hablo de religiones e iglesias, hablo de los que hablan de Dios y esperan de él pero saben muy poco de su palabra. Para el pueblo de Dios, existe una máxima irrefutable e indesmentible, que fue revitalizada por Lutero y los luchadores protestantes: “Solo la Escritura y nada más que la Escritura” han de ser la regla de fe, pues Dios habló a los santos hombres inspirándolos por medio del Espíritu Santo (2Pedro 1:21) para que nosotros conociéramos de él.
Muchos que creen en Dios no saben lo que hacen, pues hacen lo que a él le desagrada; muchos de los que creen en Dios no saben lo que dicen, pues hablan desconociendo lo que él ya habló. Muchos de los que creen no entienden por qué tanta miseria en sus vidas (me refiero a vida espiritual), y no se dan cuenta que han optado por tener vidas miserables ¿y que es una vida miserable? Creer que se tiene a Dios cerca y estar lejos de él ¿Qué más miserable que eso? Para los que intentamos estar cerca de él “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24) vivimos las mismas precarias condiciones de el resto de nuestros vecinos en la comuna más pobre de Chile, pero al lado del único que nos puede dar más de lo que el hombre nos da, y eso me hace sentirme verdaderamente bendecido. Y cuando escucho hablar de él sin conocimiento no me queda más que decir “Señor, perdónalos porque no saben lo que dicen”. Mientras existe el perdón hay tiempo de estar a cuentas con Dios y vivir bajo su protección. ¡GRACIAS SEÑOR POR PERDONARME CUANDO TE BUSQUÉ! Te animo a hacer lo mismo. Bendiciones.