sábado, 29 de diciembre de 2018

DIOS CON NOSOTROS


DIOS CON NOSOTROS
2 Crónicas 7:1-3

  “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”

La Presencia del Señor se debe a la consagración del Templo edificado por Salomón, pero ideado por su padre David.
Este es el día más glorioso de toda la historia humana de Israel, pues es un suceso en tiempos de paz, en tiempos de abundancia, en tiempos de fortaleza, en tiempos de un gran reinado con un sabio rey, y una gran economía y sin enemigos potenciales que pudieran asustarles… Estaban unidos, estaban contentos, estaban llenos de gozo porque estaban en plena comunión con Dios. Dios estaba con ellos
La gloria manifestada de Dios era mas que en los tiempos de Moisés en el monte Sinaí o en el tabernáculo, pues no tenían la tierra prometida y eran errantes en el desierto. Ahora eran dueños de la tierra y poseían un majestuoso Templo habitado por el Rey de reyes. Con total naturalidad podían decir: “Dios está con nosotros"

Este momento es el pick de la curva ascendente de una nación bendecida en manos de Abraham, Isaac y Jacob; en Moisés, Josué, Samuel y David. Su amor por Dios y sus deseos de servicio hacia él, desembocaban en este momento, donde la dedicación del templo mas sublime de la historia humana (donde un verdadero Dios habitó y mostró su gloria), hacía del momento mas glorioso y especial de Israel… Pero no sería para siempre y Salomón lo sabía.

La oración que el Rey Salomón hace, es por su pueblo, pero su sabiduría no solo lo lleva a orar y bendecir a Jehová y su gente, sino también a pedir por sus pecados que vendrían en el futuro, pues era sabido que todos eran pecadores y necesitados del arrepentimiento y de un Dios que los sepa perdonar (2 Crónicas 6:36,39)

La historia muestra que Salomón en su oración estaba en lo cierto: tiempo después el reino se dividiría; más tarde sería devastado y esclavizado y otro tiempo después, completamente destruido.
¿Qué pasó? ¿Cómo, lo que tanto costó, lo perdieron tan terriblemente? ¿Dios no estaba con ellos?

El pueblo, en ese momento solo se dedicaba a festejar la presencia de Dios y su gloria; quizás festejaban sus triunfos, la belleza del templo, su reino con sus riquezas; lógicamente era fácil estar de fiesta cuando todo se da: cosecha, comida, trabajo, economía, paz, ocio. (2 Crónicas 7:8-10)… En ese momento, Dios estaba con ellos.

Salomón sabía de la tendencia del hombre al pecado, con un corazón engañoso y eso mismo, en plena dedicación, en plena fiesta, le hizo pedir a Dios por aquellos que pecarían, para que tuviera misericordia.  Sabia que el pecado podría arruinar todo lo logrado, pues el éxito de Israel solo se basaba en un hecho esencial: su total obediencia y fidelidad a Dios. No era su ejército, ni sus caballos, sino el brazo poderoso de Dios que los llevó de triunfo en triunfo, tal como cantaba su padre. (Salmos 20:7)
De hecho, era la conclusión final de Salomón en sus últimos Días (Eclesiastés 12:13)

Sin embargo, el reino no permaneció, todo se desmoronó; poco a poco fueron perdiendo estabilidad, riquezas, paz y ¡comunión!.. Y la falta de comunión y dependencia de Dios fue la única responsable de su ruina total… Es cuando la gente ya no está con Dios, aunque Dios quiera estar con nosotros.

Pero para tranquilidad de Salomón, Dios le responde al final de la fiesta, después de toda celebración, para darle la paz y la confianza. Le responde con ese glorioso pasaje que da consuelo y certeza al pecador arrepentido que, volviéndose de su mal, sabe que hay un Dios dispuesto a bendecirle con todo, si tan solo dispone su corazón al cambio (2 Crónicas 7:14-16)
Personalmente, después de esa gloriosa respuesta, creo que Salomón tuvo su sueño mas reconfortante y reparador de todos; también creo, que fueron muchas sus noches llenas de confianza en un Dios que garantizaba toda restauración. Creo que se apoderó del salmo de su padre David, cuando cantaba: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmos 4:8)
Debemos tener claro que la respuesta del Señor a Salomón es condicional: El arrepentimiento debe ser genuino, debe ser con total humillación y total cambio de dirección. Por otra parte, si es todo lo contrario, la calamidad está sobre sus cabezas (2 Crónicas 7:19-22)

Nadie podía decir que Dios no lo advirtió…

Tiempo después, Dios haría una prueba que demuestra que el hombre es inclinado al pecado. Tal asunto era una prueba de que Dios quiere estar con nosotros, pero el hombre no con él. Primero lo señaló con uno de sus profetas 700 años antes (Isaías 7:14)

Ese anuncio se concretaría en la persona de Jesucristo, el Emanuel de la profecía, precisamente porque Cristo ES DIOS CON NOSOTROS (Mateo 1:23)
Emanuel es un nombre que se refiere a su carácter y propósito: habitó con nosotros, como nosotros, por nosotros, para vivir y edificar con nosotros (la iglesia) y morir y resucitar por nosotros.
Y siendo Dios con nosotros, la gente le dio la espalda y lo crucificó; he ahí la prueba del Señor: nuestro pecado arruina nuestra única garantía de verdadero éxito que es Jehová.

Pero también hay otra lección, muy preciosa y alentadora: que si nos humillamos, el nos promete el perdón y la restauración.
Ese “Dios con nosotros” es el motivo de la celebración en navidad. Creo que el mejor regalo de nuestra parte es nuestra humillación, buscando su rostro y convirtiéndonos de nuestros caminos. Nada de obsequios materiales, sacrificios y holocaustos, porque Dios nos quiere a nosotros, nuestro corazón, nuestra gloria… He ahí el mejor regalo que hombre alguno puede poner a los pies de el todopoderoso Dios, el EMANUEL.

He ahí la mejor fiesta…

Así estará Dios con nosotros y nosotros con Dios para siempre.

Dios nos bendiga

Pastor Marcelo Valdés