martes, 6 de enero de 2009

Un verano en el huerto


Mirando al cielo 11

“Toda buena dadiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del padre de las luces…” Santiago 1:17

Estamos en pleno verano, la temperatura ha subido y se vienen las vacaciones. Algunos ya la están gozando merecidamente y otros están próximos y expectantes a salir. Muchos van al campo, otros aprovechan la zona lacustre, ubicándose por ahí en algún terrenito de un amigo, y los menos (pero con mas) salen a disfrutar de alguna bondad de este paraíso llamado Chile. Y una de las realidades propias de todo verano en nuestra zona, no es la vacación, sino al contrario, es la temporada de la cosecha de fruta. Muchas personas ven en esta faena la posibilidad de capear la escases de trabajo; muchas dueñas de casa ven en ello la posibilidad real de ayudar a su marido; algunos estudiantes y muchos universitarios pagan sus matriculas, ayudando al bolsillo de sus padres. Y también están los que simplemente le agradada como trabajo. Para todos ellos la vacación tiene que esperar.

No podemos negar que es una fuente importante para nosotros los Loncochenses; las cerezas, la frambuesa, el arándano son los frutos populares de la época y amigo de muchos, que tempranito salen en busca de la locomoción de turno, ya sea el furgón o el micro que pone el huerto, con la ilusión de producir cosechando lo más posible. Se considera bueno el día cuando se llenan canastos, bandejas o pocillos con relativa facilidad, cuando la fruta cae madurita en las manos. Se ríen muchos, rabean otros, “copuchean” algunos, pero se crea un ambiente singular, propio de la estación y de las esperanzas que muchos ponen a esta alternativa de trabajo.

Para estos esforzados trabajadores y trabajadoras sería bueno que consideraran al dador de toda dadiva, al Dios de los tiempos y de la abundancia. Ya que gracias al Señor podemos gozar de los frutos que nos brindan nuestros campos, los cuales nos dan sustento, aunque sea temporal, pero como buena alternativa para el escaso trabajo que hay en nuestra zona. Por el campo sudamos, pero por el campo comemos, y Dios es quien determina si la cosecha será abundante o no, si las lluvias o los vientos favorecerán la recolección, y por ende a nosotros. Bueno es acordarse, y porque no, encomendarse a aquel que nos da de su propia creación.

Les deseo una excelente cosecha.

Pastor Marcelo Valdés
Iglesia Bíblica Bautista del Sur.

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