viernes, 25 de junio de 2010

La Monumental Cabeza de Felípe Alonso (Cuento)


Un saludo al pueblo Mapuche en este su año nuevo. Aquí un cuento que rescata la memoria de un grande, y que es parte de nuestra heroica historia nacional. Dedicado a mis hermanos Mapuches con quienes tengo la dicha de compartir cada domingo y a mis grandes amigos de esta noble raza y que son un valioso aporte a la obra y a este pueblo. Bendiciones.

La Monumental Cabeza de Felipe Alonso

Traía el destacamento de Villagra la cabeza de Felipe Alonso, ese mozo de caballería que se había convertido en monstruo. La lanza fue puesta en medio de la plaza, para que no hubiera duda alguna, que el ignominioso ser que aterrorizada al conquistador, ya había caído. Yo lo vi, y más que una vergüenza, me parecía un baluarte en su estandarte y no una sentencia; con su pelo ondeando al viento, su cabeza casi erguida, hablaba más del guerrero Leftraro que del mozo y talabartero Felipe. Yo lo vi, y no me dio pena; porque grande era su nombre entre nosotros, que el nombre dado por mentirosos, que lo hicieron esclavo; habiéndole prometido a él y a muchos tratarle como a semejante, le educaron a palos, haciendo de su vida algo miserable.
Muchos alababan su caída; muchos celebraban la cabeza del mozo, confiando en haber “cortado” su furia, sin entender que nunca cortarían su legado. Famosas fueron entre nosotros sus luchas y arremetidas, y la más famosa fue con el conquistador conquistado. Él le dio muerte a Valdivia y se cantó la victoria más allá del sagrado rio, donde la lucha del Kai Kai y el Ten Ten casi pasan al olvido, por tanto diluvio de victorias que el Leftraro había traído.
El diabólico nombre de “Felipe” llenaba de terror al blanco invasor, mas el verdadero nombre de Leftraro era, simplemente inspirador. Su cabeza empalada como signo de triunfo amenazador, era presentado para borrar de la memoria al guerrero avasallador, pero lo que yo vi era simplemente un monumento al sacrificio del indomable, que solo reclamó, lo que por natural repartición, Dios le dio. El primero de muchos monumentos más, que traspasaría fronteras, porque ¿Quién olvidaría la valentía, de quien con solo lanzas, al de armadura derrotaría?
Sí, yo lo vi y luego reflexioné ¿Qué hago con la brida y el cabestro del invasor en mi mano? Si Felipe comenzó en las caballerizas como yo ¿no podría quizás terminar como él? ¡Sería un honor! Así que al sur escapé, a mi tierra y a mi pueblo, a contarle a mi gente que el primer monumento de nuestro gran caudillo había sido levantado. El transliterado “Lautaro” acababa de expandir su gloria con la testa erguida. Voltee y lo miré por última vez y juro, por mi sagrada tierra, que él me guiñó un ojo.

Marcelo Valdés